domingo, 29 de diciembre de 2013

En la búsqueda de tu felicidad

Navego por el mar de tus ojos, que cada vez diviso menos veces. Pero cuando tengo opción de hacerlo, no me importa que la lluvia haya empapado mi pelo, acentuando si aun más mi frecuente apariencia de vagabundo. No me importa que tus ojos no brillen por mi. Me importa que esos ojos brillen, me importa verte siempre contenta, sea conmigo, sola, o con otro. Y por eso, soy feliz. No me atrevo a pedirte que entrelacemos nuestras vidas, pero me conformo con divisar la tuya desde lejos, sonriendo como un idiota cada vez que te veo.

¿Ridículo, verdad? Yo, ese idiota capaz de hablar de política delante de una masa infame de gente, capaz de hacer el payaso para hacer reír a una multitud pero que tartamudea cada vez que te dirige la palabra, y que ni siquiera se atreve a decirte lo bien que te sientan esos sombreros que de forma frecuente llevas. Ese idiota que se creó un blog para incitar a las masas a la revolución, y que solo habla de lo preciosos que son tus ojos.

Es triste que lo único que me inspire a escribir sean esas fugaces conversaciones de dos minutos que tú y yo tenemos.
"Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites." Mario Benedetti, Poema Táctica y Estrategia

sábado, 28 de diciembre de 2013

Soy un cobarde

Hoy, simplemente... nada describe mejor mi estado de ánimo que esta estrofa de una canción de El Niño de la Hipoteca:

"Mi amigo y nada más.
Qué me dices si te digo la verdad
¿Acaso no me ves 
memorizándote los poros desde el pelo a tus pies?
Vuelves a aparecer,
en cada palmo de mi cama antes del amanecer.
Luego despierto, entro en razón y maldigo no tener el valor"

Supongo que algún día le echaré cojones.



PD: Me gustaría recordar que podéis comentar, y me gustaría saber quienes sois los que dais +1 a mis publicaciones, dado que me encanta que lo hagáis y no me deja ver quien ha sido. Gracias por perder vuestro tiempo leyéndome.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Lucho por tu sonrisa

Hoy te escribo agrio, recordando los momentos que pudieron ser pero no fueron, hoy te escribo ebrio, deseando que tu pelo rubio toque de nuevo y por primera vez mi rostro, hoy te escribo dulce, para recordarte que estoy enamorado de tu frecuente sonrisa, de tu simpatía característica, de tu mirada inocente que describe pero no juzga.

Lo escribo, afectado de nuevo por mi insomnio que renace de sus cenizas cual fénix, y lo escribo sin dudar, por muy sobrio que me encuentre. Lo escribo para recordarte por primera pero nunca última vez que te quiero, para que dejes de creer que esto es un texto sin sentido y que tiene un mensaje. Que te escribo este texto al amanecer, haciéndote ver que el amor no es una pregunta ni una respuesta, pero que total, a mi no me interesa. Para decirme a mi mismo que no soy el que triunfa en esta historia de amor, que no encajo en tu perfil.

Pero que aún así, deseo que bailes para mi esas canciones que te inventes, que no te vayas nunca, que me ayudes a combatir mi insomnio, que bailemos juntos alrededor del fuego, que conviertas mis apuntes en poemas, que durante cada segundo me recuerdes por que lucho, que lucho por ti, por mi, y que ojalá en un futuro luche por nosotros.

Que lucho por tu sonrisa. Y cada vez que consigo sacarte una de ellas, me siento vivo durante un poco más de tiempo.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Musa

Estaría bien decir que mi musa es la música, el arte, la poesía, o la rabia. Pero sería mentir. No soy una de esas personas que puedan sentarse a escribir y escribir sin parar, independientemente de si tienen algo sobre escribir o no. Escribo cosas que aparecen en mi mente muy de vez en cuando, mi musa soy yo mismo, y en algunos casos especiales, mi musa son personas que influyen en mi vida. Por eso, últimamente no escribo, porque no tengo nada sobre lo que escribir. Mis textos son pedacitos de mi alma, y a veces, de mi alma y del alma de más gente.

Os pido paciencia hasta que mi mente divague hacia sitios lejanos y os pueda traer más textos, o hasta que encuentre de nuevo a mi musa.

jueves, 19 de diciembre de 2013

¿Qué es ser comunista?

Desde hace algunos meses no es secreto en mis círculos sociales que apoyo con fuerza la teoría de Marx, y a su vez la teoría de Lennin, vaya, que soy comunista. Esto ha hecho que alguna parte de dichos círculos, se pregunten: "¿qué cojones es ser comunista?". Si quisiera dar una respuesta técnica, podría decir que ser comunista es apoyar la revolución del proletariado y luchar por y para el proletariado, también podría decir que ser comunista es luchar por una sociedad verdaderamente justa, donde nadie tenga más que nadie, y dónde toda persona tenga derecho a la vida y incluso podría apoyar mi definición con un: "El motor de la historia es la lucha de clases" del gran Karl Marx.

Pero la verdad, no quiero aburriros con tecnicismos que podréis encontrar en cualquier libro decente (refiriéndome a decente como cualquier libro que tenga un punto de vista medianamente objetivo). Prefiero hablaros de sentimientos, porque el comunismo nació en el odio al burgués del trabajador explotado, después conocido como proletario.

  • Soy comunista porque creo que nadie debería tener más derecho a vivir bien que otro por el simple hecho de haber nacido en una familia acomodada.
  • Soy comunista porque el sistema capitalista reserva el sistema de bienestar para unos pocos, que después son los mismos que utilizan ese bienestar para explotar a los que no lo tienen.
  • Soy comunista porque creo que no necesitamos reyes ni princesas de cuentos de hadas, sólo necesitamos líderes comprometidos con el pueblo, y no el camión de corruptos que crea el mismo sistema capitalista.
  • Soy comunista porque estoy convencido de que el capitalismo no se puede reformar de forma indefinida, solo se le pueden poner parches que taparán la epidemia durante un tiempo (cada vez menor) hasta que al fin explote la revolución
  • Soy comunista porque sé que gran parte del problema capitalista reside en la Banca, y a su vez por los banqueros, sí, esos tipos sin escrúpulos que sólo ven a los ciudadanos como meras cifras, haciendo así que no les tiemble la mano cuando roban todo lo que puedan. Como dijo el gran Rafael Correa los banqueros son “esos tipos que te prestan el paraguas cuando hace sol y te lo quitan cuando llueve”.
  • En resumen, soy comunista porque apoyo la libertad y la igualdad, porque lucho por esa gente que no puede luchar, porque lucho por esa gente que como decía Ismael Serrano en una de sus canciones "los que ayer morían en Bosnia, ahora mueren en Bagdad".
Pero tranquilo, cuando lucho también lucho por ti, que ahora me tomas por loco. Solo espero que cuando todo esto estalle y se proclame la tercera república, alcéis el puño junto a mi en señal de triunfo. 

martes, 17 de diciembre de 2013

Agonía constante. Este es un texto para ti.

Durante mi vida muchas veces he experimentado esa sensación de "me gustaría saber más de X persona", pero muy pocas veces es un sentimiento duradero y menos veces aún veces ese sentimiento tiene fuerza. La fuerza necesaria como para plantearme romper mi barrera de timidez y ser yo quien te pida ir a dar una vuelta. O simplemente hablarte con intención de mantener una conversación seria, de preocuparme por lo que piensas, de bañar mi ser con tus pensamientos. Pero lo más seguro, es que eso no pase. Después de tantos rechazos, de tantos años siendo un peón en un juego a dos (o más) bandas, no tengo ganas para volver a intentar nada. No estoy hablando de amor, estoy hablando de el sentimiento que se siente previamente. De ese sentimiento que narra: "joder, pues me parece una persona interesante". Si estás leyendo esto, no dudes de si por ti siento ese sentimiento. Las personas me parecen fascinantes, cada mente me procura un enigma que estoy ansioso por completar como si de un puzzle se tratase, pero como todo, algunas me parecen más fascinantes que otras. Puedo mirar a personas y con solo observarlas durante un rato saber como piensan, saber por que se muestran reacias a según que cosas, saber que en muchos de los casos aunque intenten parecer felices, en el fondo son muy infelices. Por eso me resultas un enigma, por que contigo no me pasa. Eres tan completa, eres tan difícil de comprender y tan sencilla a la vez, un sentimiento tan bohemio pero tan insurgente.

En conclusión... si estás leyendo esto, no dudes de que tengo curiosidad por saber más de ti. Por conocerte más a fondo, por navegar por tu mente y dejar que tu navegues por la mía. Y si ahora te dices a ti misma... "no me está hablando a mi, el a veces es borde/frio conmigo" justo, en ese momento, es cuando siento más curiosidad por ti. Cuando se que no podré conocerte debido a mi cobardía, y cuando me planteo que quizá mejor odiarte que vivir en una agonía constante.

Uuuuuu *movimiento con la mano*

La noche sin Luna

La noche sin Luna
Y como una de tantas noches, me situaba sobre mi lúgubre tejado, acariciando con las yemas de mis dedos las páginas de un añoso libro. Pero esta noche, algo era diferente. Sujeté con fuerza el candil que portaba para hacerme compañía en la noche, pero esa noche, mi ser anhelaba algo. Su luz tenue no acariciaba mi ser, no jugaba con mi pensamiento, su luz no me besaba como hacía todas las noches. Me sentí perdido, y me lamenté de no haber admirado durante el tiempo que pude su belleza. Estar aquí no tiene sentido, me dije, si el fulgor incandescente de la Luna no me acompaña en mis noches de miseria. Y entonces, blandiendo con fuerza el andrajoso tomo y el candelabro, me dispuse a bajar hacia mi casa. Mi hogar, fue heredado por mí hace escasos años, tras la defunción de una vieja tía a la que nunca conocí, y era una casa bastante grande y vieja, que según la leyenda antes era un psiquiátrico. Nunca me han gustado los espacios grandes, así que siempre me situaba o en mis habitaciones, o en la azotea. Pero esa noche la luna decidió no brindarme su compañía, y decidí vagar por mi no tan humilde morada. A decir verdad, estaba bastante sucio. Desde la muerte de mi amada, había decidido refutar al servicio, por lo que la señorita Juana llevaba bastante tiempo sin venir a limpiar. Al igual que mi aspecto físico, no estaba en sus mejores condiciones, por así decirlo. Ella también se encargaba de hacer la comida, y me alimenté de lo poco que pude preparar. Casi parecía un fantasma, vistiendo con la túnica negra que mi sol y estrellas me regaló tiempo atrás, acompañado por una piel que portan los que como yo llevaban mucho tiempo viviendo en la oscuridad. Los pocos dientes que me quedaban, eran de un color amarillento y descuidado, y a decir verdad, mi pelo canoso y largo no ayudaba a mi figura a parecer menos fantasmagórica.

Tras un buen rato caminando a ciegas, decidí sentarme en el patio trasero de la casa. En ese lugar, me arrodillé frente a mi amada y le juré amor eterno, mientras le ofrecía una
sortija que ahora yacía situada sobre la mesa del patio, recubierta con una capa de hollín. Me senté en una de las sillas, para dirigir mi mirada ya cansada de vivir a las estrellas. Cada una de estas, me recordaba a mi estimada, aunque ninguna tenía ni punto de comparación. Ella era la misma Luna, siempre imponente, y siempre expectante. Las demás solo eran burdas imitaciones. Tiempo después, cuando ya me cansé de observar el cielo nocturno, volví a dirigir la mirada hacia la sortija. Juraría que se había movido. Y entonces, escuché esa voz. Una voz impactante, impenetrable, que parecía hablar sin esperar que nadie le escuchara aunque se refiriera a mi, una voz monótona y casi ininteligible, una voz que vibraba en mi ser y producía eco en mi mente:
- ¿Quién es? -profirió la voz, que tras hacer una breve pausa, prosiguió- ¿qué haces tu aquí?
Mi ser se estremeció, y un viento frío recorrió cada uno de mis músculos. De pronto sentí un aroma conocido, el aroma de una tarta de... ¿mora, quizá?. Alcé la vista, y observé algo cambiado en el ambiente. La mesa estaba decorada con un mantel, y en lugar del anillo, había una cajita que me resultaba familiar. Abrí la cajita, buscando en su interior el anillo, pero dentro, solo había una foto. Mi mente empezó a merodear por lugares que creía que ya yacían olvidados, y por mucho que lo intenté no reconocí a esa pareja de enamorados. El, un hombre apuesto de pelo negro y ancho de hombros, besando a una mujer con la piel pálida y de pelo rubio platino. El hombre vestía un traje acompañado por una corbata, y la mujer portaba un vestido azul, unos pendientes diamantinos y... un anillo... casualmente muy parecido al que hasta hace poco yacía sobre la mesa... Poco después escuché un crujido de ropas que se desgarraban rompiendo el silencio nocturno, empecé a estremecerme casi sin querer, escuché a mis propios dientes chirriar, y en la lejanía, escuché llantos. Llantos de un viejo, que no podía vivir sin aquello que perdió tiempo atrás.

Y entonces, lo entendí. Yo, no más que un recuerdo que añoraba lo vivido, un ser inerte, un ser fantasmagórico, un simple recuerdo, una simple foto, que enloqueció tras la perdida de Luna, mi malaventurada amada. Y ahora, condenado a vagar sin rumbo por esa casa, buscando un último beso, un último aliento, una última caricia que ya no podía recibir. Quizá, si te acercas a mi morada en el momento en el que los muertos se levanten y la luna huye, escuches mi llanto. No te lo recomiendo.

“Todo hombre sabio teme tres cosas: la tormenta en el mar, la noche sin luna y la ira de un hombre amable.”